viernes, 19 de febrero de 2010

Los templarios II: Escalada de Poder



Llegados a este punto tenemos que darnos cuenta del verdadero poder de los templarios. En la Europa feudal de la época, los caballeros, salvo aquellos nobles de muy alta cuna, eran hombres bravos y aguerridos sí, pero con una escasa cultura (a diferencia de lo que nos ha hecho creer el romanticismo) cuyas únicas miras eran la obtención de un feudo, del que dependían sus ingresos, su administración, servir como ayuda militar a su superior y tener una descendencia que asegurase su linaje.

Por el contrario, un caballero templario, era educado como cualquier otro monje de la época y por tanto ducho en la mejor educación que en la época se podía obtener, más aun cuando las relaciones con oriente medio nos trajeron corrientes filosóficas clásicas, matemáticas, geometría, etc. Y por supuesto no olvidemos que en adición a la cultura que recibían, se sumaba un fuerte enraizamiento religioso (con votos de obediencia, castidad, pobreza) que eliminaban cualquier atisbo de interés personal en beneficio de aquellos propios de la orden, y también, suprimían las pullas nobiliarias y políticas que en ese momento drenaban a los caballeros del continente.

El templario se formaba, únicamente para servir a Dios, por medio claro está de la propia orden. Se convertía pues, en un mero instrumento de la colectividad del Temple.

Por supuesto, no cabe mencionar, que además de la educación cultural y religiosa, el caballero del temple, como monje-guerrero, recibía una exquisita formación militar. Varias son las crónicas que en este aspecto, los describen como unos espadachines consumados, llegando a afirmar que un solo caballero era perfectamente capaz de enfrentarse en solitario a más de dos enemigos de forma simultánea.

Esto, que puede resultar presuntuoso, se debe a que ser ordenado caballero templario no era tarea fácil y no pocos quedaban por el camino. Puesto que por mucho que siempre que se hable de los caballeros templarios nos venga la imagen de guerreros de blanco impoluto con su distintiva cruz en escudo y capa, lo cierto es que estos eran la elite dentro de la organización. Lo más común, el grueso militar por así decirlo, estaba formado por centenas de “sargentos” que eran aquellos aprendices de caballero o bien curtidos veteranos que, por una u otra razón, jamás pudieron ascender a la categoría de “caballero templario de pleno derecho”, pero no por ello, eran menos diestros en combate.

Además, no debemos olvidar, al grueso de hombres, quizás no duchos para el combate, pero si para las finanzas u otras virtudes importantes para la orden, que ejercían tareas “de despacho” imprescindibles para su desarrollo.

Etiquetas:

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio