El Tintero de Leyendas: La obra de Delibes es alargada

Lo “foráneo”, quizás, por el discurrir de Delibes fuera de los derroteros de la vulgaridad, de la cotidianeidad y de lo llano; “procedencia” por su origen como ciudadano español, vallisoletano, que marca e impregna sus obras; y finalmente, dilación por lo extenso de su andadura literaria más allá de su premio Nadal de 1947.
Pues, como reza el título de este artículo, la proyección de la obra de Miguel Delibes alcanza más allá del coto cercado de la sombra del ciprés, y no debiéramos olvidar aquellas de “El Camino”, “La Partida”, “Diario de un Cazador”, “El príncipe destronado”, “Castilla habla” o “El Hereje”, por citar algunas.
Un autor, que sin duda, supo jugar con los sentimientos encontrados y contradictorios de los hombres. Deleitándose con el juego de contrastes entre el amor y el desamor, la amistad y la soledad, la fidelidad y el miedo, así como esa persecución constante e incansable entre la esperanza y su hermana oscura, la desesperanza.

Hombre que supo además, deleitarnos como pocos con la descripción de la personalidad de sus personajes, cabizbajos, humillados, y enfangados en el pesimismo y miserias de la vida. Y que, con cierto matiz de pensamiento sofista, acarrean un lastre moral, una carga que los hace desdichados a un tiempo que les otorga dignidad y superación personal…cualidades que les hacen, sin duda, humanos ante nuestros ojos.
Sin duda, una pérdida, como reconocía al inicio, para un país de dilatada tradición literaria como es el nuestro. Pero Delibes, como las buenas visitas, no se marcha sin haber dejado huella, y nos lega una vida de letras para la posteridad. Una vida que pese a que se inició hace ya casi un siglo, no deja de ser actual, pues la historia de las emociones humanas es, y siempre será, la misma
Hugo Jiménez Chacón
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