lunes, 2 de noviembre de 2009

Don Suero de Quiñones

Hace unos días, quiso la casualidad que me encontrase con un hombre de mediana edad, cuyo nombre quiero guardar en el anonimato, que pertrechado con un macuto a la espalda, ropa y botas de montaña, y una ruta de guías en la mano, me preguntase cual era la dársena de los autobuses Madrid-León.

Antes que me contase su intención de iniciar en Ponferrada su travesía hasta Santiago de Compostela, las vieiras asidas a su cayado ya le habían delatado.

Mientras recorríamos aquel hervidero de gente, tuvo a bien contarme que ese iba a ser su octavo camino a Santiago. Al parecer había recorrido hacía años el camino francés, varias veces, en compañía de su mujer. Sin embargo ahora, viudo y con una ligera cojera a causa de un accidente quiso reducir la ruta del peregrino y salir desde León, dado que según el los años no perdonaban y dejar en la Ciudad del Apóstol un anillo de su mujer, a modo de despedida

“Ya veré donde lo dejo”

Tras dejarle, en el anden y habiendo ya montado en mi propio autobús con un destino en nada cercano al peregrino, me asaltaron en la mente imágenes de un verano, de la ciudad de León, de una antigua novia y de decenas de caballeros ataviados con bardas de diseños heráldicos que justaban unos con otros cerca de un antiguo puente de piedra de época romana.

A veces sorprende como funciona la mente humana y como de forma inconsciente relaciona conceptos y recuerdos por si sola...al rato lo comprendí. Aquella intención de aquel hombre de dejar el anillo de su mujer en la ciudad del apóstol (hecho que aunque pueda parecer recurrente y novelesco, no es tal) y las imágenes de caballeros enfrentándose entre si en una exhibición teatral hace ya varios veranos en el Hospital de Órbigo, estaban de algún modo relacionados y un antiguo nombre salía a relucir:

Don Suero de Quiñones, un caballero que luchó según cuentan por amor y que al igual que aquel peregrino, también recorrió los pasos que éste se disponía a comenzar, para llevar como presente al apóstol una joya de su amada…


“Esta es al historia de aquel que bajo buena luna nació, de familia insigne, poderoso brazo y destino plagado de proezas. Ésta es la historia de Don Suero de Quiñones.
En los albores del Camino de Santiago muchos fueron los hombres de bien, gentes del vulgo, nobles, damas y reyes que emprendieron el camino. Más estos traían consigo bienes y riquezas y estos últimos a gentes de dudosa virtud.

Los asaltos a caravanas y peregrinos por bandoleros y forajidos eran algo común ya en la región.
La virtud siempre intenta prevalecer sobre la maldad y es por ello que varios y justos caballeros decidieron defender las distintas zonas del camino y proteger con su lanza y escudo a todos aquellos inocentes y débiles de manos de la codicia y la maldad .Y si bien estos bravos guerreros por un tiempo así lo hicieron pronto el abatimiento y las ansias de tierras hicieron que abandonaran su sacra misión o se enfrentasen en reyertas por la codicia contra la que antaño lucharon.

Fue entones cuando apareció guiado por la providencia un caballero leones de nombre Suero de Quiñones que con el corazón herido por la negativa de su amada decidió acabar con este problema en honor a la virtud y en elogio a su dama, pues la dedicó el fruto de su futuro logro en aras de esperar, quizás, su favor.



He aquí que Don Suero de Quiñones pidió al entonces rey Juan II de Castilla, le concediese licencia para celebrar un torneo en el estratégico puente de la localidad hoy conocida como Hospital de Órbigo. En dicho torneo que se prolongaría durante un mes, Don Suero y sus más leales amigos a los que llamó para tal fin se comprometieron a vencer a todo caballero que se presentase ante este inevitable punto del Camino de Santiago. Todo caballero que quisiera cruzar el puente de camino a compostela tendría que vencerle para proseguir su camino so pena de tener que vadear el río de forma deshonrosa.

Además Don suero llevaba una argolla metálica puesta al cuello como prueba del valor hacia su dama y un trozo de tela azul único presente ofrecido por su dama. La intención de Suero era vencer a todos los caballeros para después de ello peregrinar a Santiago donde podría deshacerse de su argolla.

A primeras horas de una fría y brumosa mañana fue cuando Don suero inició su primer enfrentamiento, a lo que sucedieron grandes victorias. Y mientras tanto él como sus compañeros vencían justa tras juta su fama se hacía más grande y más caballeros estaban dispuestos a batirse con él. Las luchas cada vez eran más encarnizadas, más doloras, más sangrientas mientras tanto Suero como sus amigos iban notando el peso de los días de lucha y la fatiga por las múltiples heridas. Tan duras fueron las luchas que hasta un caballero catalán dicen que murió por un lanzazo en la testa.

Los días pasaron y el último día del mes acabó con un Don Suero gravemente herido y exhausto pero aun así vencedor del torneo, en el que hubo roto 300 lanzas.
Poco se sabe más a partir de este momento en que las brumas del tiempo ahogan los hechos, tan sólo que los caballeros vencidos en el torneo decidieron ocuparse de nuevo de la protección de los peregrinos durante generaciones mientras Don Suero y sus amigos peregrinaron a Santiago de Compostela para saldar su promesa.

Tampoco se sabe si el caballero conquistó el corazón de su amada o si bien su heroico acto fue visto con indiferencia por ella, sólo se sabe que aún hoy puede verse la argolla convertida ya en gargantilla de oro junto con la prenda de su amada con una leyenda que lo atestigua, en el relicario del Apóstol y que sobre el puente ahora llamado “Paso Honroso” hay un monolito con los nombres de todos los participantes en dicha gesta...”


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